El precio del éxito masculino

Ejercicio

Se sabe que, en promedio, las mujeres viven más años que los hombres en todo tipo de culturas. Desde la biología evolutiva, se ha argumentado que la razón reside en que, como las mujeres han de invertir más recursos en sus hijos (máxime en el entorno ancestral en que se supone ha evolucionado nuestro cerebro), tienden a ser más selectivas a la hora de elegir pareja, mientras que los hombres tienden a dedicar más recursos para competir entre ellos. Esta competencia les llevaría a seguir estrategias más costosas y arriesgadas para mejorar su status y ofrecer señales de éxito a sus parejas potenciales.

Se han intentado explicar los fundamentos de esta competencia por el estatus y la pareja observando los cambios hormonales de los chimpancés y los bonobos. Al anticipar una situación de competencia por comida, los chimpancés varones muestran un incremento en testosterona (hormona asociada a la competencia y las interacciones agresivas), mientras que en los bonobos varones aumenta el cortisol (una hormona asociada al estrés y las estrategias sociales pasivas). Los resultados podrían guardan relación con el hecho de que los chimpancés viven en una sociedad controlada por varones y comportamientos agresivos, mientras que los bonobos viven una sociedad dominada por las hembras, con comportamientos más tolerantes.

¿Cómo podría un ejecutivo varón tener en cuenta estas ideas para gestionar su carrera profesional?

Fuentes: Britt, R.R., 2006, “Men Pay the Ultimate Price to Attract Women”, LiveScience, 10 de mayo; Bryner, J., 2010, “Men Are Like Apes When Competing for Status”, msnbc.com, 19 de julio.

Caso preparado en colaboración con Mircea Epure.

Análisis

Por ejemplo, permaneciendo alerta acerca de su probable propensión a preocuparse en demasía por el status y competir profesionalmente hasta dejarse la piel en el intento, tal vez sin realmente querer hacerlo. Como en muchos otros aspectos relacionados con la naturaleza humana, un primer paso para entenderla es darse cuenta de que los individuos, sus emociones y tendencias más profundas, no están diseñadas para hacerlos felices sino para que sus genes se reproduzcan. Además, esa adaptación reproductiva a menudo está adaptada a un entorno ya inexistente: ¿acaso el varón contemporáneo compite por ser donante de esperma?



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