La fábrica de Volvo en Kalmar

Ejercicio

A principios de los años 1970, las fábricas de Volvo, un fabricante sueco de automóviles y camiones, tenían numerosos problemas, entre ellos un absentismo del 25%. La interpretación dominante achacaba esta situación a que los obreros suecos, por su cultura y nivel de aspiración, odiaban trabajar en una cadena de montaje rutinaria, del tipo de la que aparece caricaturizada en la película “Tiempos modernos” de Chaplin. Se justificaba así que Volvo hubiera diseñado sus nuevas fábricas, empezando por la ubicada en Kalmar, de una manera poco convencional. La base de este nuevo diseño —etiquetado como “sociotécnico” para indicar que ya no supeditaba la organización social a los aspectos técnicos— eran los grupos autónomos participativos, que pactaban su productividad con la dirección y a continuación decidían por sí mismos el ritmo de trabajo y lo organizaban internamente. Además, cada grupo elaboraba una parte identificable del producto, y tenía su propio taller, relativamente separado de los demás. Por último, todos los talleres se diseñaron para tener un bajo nivel de ruido y vistas al campo que rodeaban la fábrica.

Sin embargo, ni la rotación ni el absentismo disminuyeron. Volvo debió seguir manteniendo una reserva de trabajadores para cubrir las bajas y acabó introduciendo la retribución por rendimiento, todo ello según el informe de un comité mixto de representantes sindicales y directivos, resumido en Aguren et al. (1984). La fabricación de coches Volvo siguió siendo deficitaria; la fábrica de Kalmar cerró en agosto de 1993; la empresa fue vendida a la americana Ford en 1999 y a la china Geely en 2010.

De acuerdo con esta experiencia, parece que, por mucho que se enriquezcan los puestos de trabajo, los humanos preferimos quedarnos en casa cuando los ingresos no dependen de que uno vaya o no a trabajar. La pretensión de convertir el “mal” económico que es el trabajo en un “bien” tal vez sea imposible.

Cabe también pensar que el modelo humano usado para defender dicho enriquecimiento era incompleto. Olvidaba, en especial, los condicionantes económicos que pesaban sobre los trabajadores, cuyo poder explicativo parece sustancial a la luz de los acontecimientos posteriores. En Suecia, fue imposible durante décadas y aún en 1993 era difícil motivar a los trabajadores con dinero. Ello se debía a la fijación de salarios igualitarios entre puestos y empresas y al carácter progresivo del impuesto sobre la renta (su tipo porcentual crece al hacerlo los ingresos). Por ejemplo, la diferencia entre el salario medio de obreros cualificados y no cualificados había pasado del 54% al 25% entre 1965 y 1985 (Woodall, 1990, p. 5).

Las cosas empezaron a cambiar en los años 1990. A principios de la década, la coalición neoliberal que, tras seis décadas de gobiernos socialdemócrata, gobernó Suecia a partir de 1991 endureció de forma radical el tratamiento del absentismo, para corregir una situación en la que el absentismo había alcanzado un promedio de 25 días por persona y año: hasta marzo de 1991, el trabajador de baja por enfermedad cobraba el 90% del salario pero en marzo de 1991 este porcentaje se redujo notablemente en los primeros tres meses, y más aún en los primeros tres días en los que hasta entonces se había concentrado la mitad de las bajas. Desde la reforma, el trabajador cobra el 65% del sueldo durante los primeros tres días de baja; el resto de los tres primeros meses, el 80%; y a partir de entonces, el 90%. Al mes de la reforma, el absentismo se había reducido un 20%. Simultáneamente, se privatizaron varias empresas públicas, se redujeron las tasas marginales del impuesto sobre la renta, se empezaron a gravar diversas retribuciones en especie como, por ejemplo, las subvenciones para comidas o los coches de empresa. En sentido opuesto,  se incrementaron las prestaciones públicas por hijos y viviendas. En 1994, volvió al gobierno el partido socialdemócrata, pero el nuevo gobierno mantuvo gran parte de las reformas. El llamado “modelo sueco”, que por mucho tiempo combinó elevados impuestos y un predominio de los servicios públicos, ha seguido cambiando desde entonces. La reducción del estado de bienestar y una mayor dosis de competencia ha llevado al país a experimentar en 2010 el mayor crecimiento económico de Europa occidental. Las elecciones de septiembre de 2010 confirmaron este giro político.

Desde esta perspectiva, cabe pensar que los trabajadores de Volvo pueden haberse visto forzados por restricciones políticas y regulatorias —las cuales ellos mismos, en cuanto ciudadanos, habían contribuido a crear— a contratar en unas condiciones que les obligaban a tener puestos de trabajo atractivos pero de escasa productividad y, por tanto, insostenibles a largo plazo. Es posible que el entorno institucional europeo y sobre todo el español también favorezca este tipo de enriquecimiento “en falso” de muchos puestos de trabajo. Por un lado, las normas laborales obligan a la representación sindical e imponen contratos tan proteccionistas que encarecen prohibitivamente el empleo que pretenden proteger. Por otro lado, las retribuciones salariales están gravadas con impuestos y cargas sociales sustanciales, al contrario que la retribución mediante mejores condiciones de trabajo.
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Discusión._ ¿Qué ha sido de Volvo en las últimas décadas? ¿Tiene que ver lo discutido en el caso con la evolución posterior de la empresa? Investiga los cambios ocurridos en el “modelo sueco” y su situación actual. ¿Cuáles son las principales implicaciones del cambio del “modelo sueco”? ¿Es aplicable el análisis a la situación de la industria del automóvil en España? ¿En qué medida no se está reproduciendo esta historia de Volvo en empresas como SEAT, aunque sea a un nivel menor en todos los sentidos, tanto de innovación como de organización? ¿Qué papel representan en el caso español las subvenciones públicas de las nuevas inversiones?



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