Ejercicio

Al comentar la economía española du­rante la primera guerra mundial, Vicens critica a los empresarios mineros, por no aprovechar la expansión para invertir en activos fijos y ampliar su capacidad productiva: “La producción saltó de 4.200.000 t en 1913 a 7.500.000 en 1918, mediante el aumento del personal empleado (de 30.000 a 60.000 obreros) y no por la introducción de útiles más perfectos” (1975, p. 695). Críticas semejantes se han aplicado frecuentemente a los empre­sarios mineros asturianos, por tener un comportamiento similar en el mismo período y, también posteriormente, durante la protección disfrutada por el sector en los años 40 y 50. Analice el fenómeno, prestando es­pecial atención a cuál es la conducta empresarial socialmente óptima ante incrementos, respectivamente, pasajeros y artificiales de la demanda.

Análisis

Este tipo de crítica a la optimidad de las decisiones empresariales privadas ha sido frecuente en Asturias, donde se ha criticado que los empresarios mineros privados no aprovechasen las épocas florecientes —más o menos coincidentes con las dos guerras mundiales— para invertir en el sector, renovando sus instalaciones, sino que colocaran sus excedentes en otros sectores.[1]  Se incurre aquí en la ceguera habitual respecto al coste de oportunidad, que, en este caso, impide ver los beneficios que es de suponer habrán obtenido esos empresarios en sus inversiones alternativas. Pero, además, se olvida que el florecimiento de esas épocas se basaba en fenómenos transitorios, como la guerra o unos elevadísimos niveles de protección con un anacrónico objetivo autárquico.  Cuando ubicaba excedentes mineros en otros sectores, el decisor privado no sólo estaba interpretando correctamente su interés privado, sino que también estaba actuando de acuerdo con el interés público.  Es más, juzgando por la evolución posterior de la minería, en la que se ha mantenido un elevado nivel de protección para la producción nacional, cabe pensar que su conducta haya estado más cerca del interés público que del individual, al haber quizá subestimado la capacidad del sector para mantener el favor político, si bien ha de tenerse en cuenta que esta capacidad no es independiente de la nacionalización de gran parte del sector. Como referencia empírica sobre este asunto, puede compararse el diferente trato que han recibido las minerías asturiana y leonesa.


[1]  Por lo demás, incluso alguno de los datos manejados para afirmar los hechos no parece confirmarlos. Por ejemplo, Schwartz y González (1978, pp. 110-1) recogen datos de un estudio de Hunosa sobre la potencia instalada en máquinas motrices por las empresas privadas en los diez años previos a su integración en Hunosa. Entre 1957 y 1967, dicha potencia fue incrementada en 70 mil CV, o un 43,75% de la potencia inicial.  No es obvio que dicha evolución “no revela un intenso proceso de renovación del equipo” (p. 110).



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