Pirámides eternas: consumo post mortem

Ejercicio

Como ilustra el siguiente texto, que habla del Antiguo Egipto, han sido frecuentes los contratos en los que una de las partes se compromete a prestar ciertos servicios religiosos a otra parte ya fallecida. “Los reyes y altos funcionarios intentaban dotar eternamente a sus tumbas con tierras, ganado y personas (seguramente esclavos) administrados por un ‘servidor de almas’ o ‘servidor de dioses’, con las rentas dedicadas a una persona que ya no estaba viva. Probablemente, el ‘servidor de almas’ o ‘servidor de dioses’ disfrutaría de la renta por sí mismo” (Powelson, 1988, p. 17). Valore esta apreciación e imagine qué fórmulas pueden emplearse para asegurar la prestación de este tipo de servicios. ¿En qué sentido podría servir de alguna ayuda la creación de organizaciones especializadas?

Análisis

En el ejemplo, los servidores de almas y dioses actúan como agentes del potentado que ha legado bienes para que le sirvan en el más allá. Seguro que en alguna medida dicho agente se beneficiaba personalmente, pero también es probable que el sistema contractual y organizativo estuviera asegurase que el difunto recibía buenos servicios funerarios al menos durante cierto tiempo.
Una solución adoptada en la Edad Media para contratar este tipo de servicios consistió en establecer monasterios, los cuales, por su carácter de organización, eliminaban posibles dificultades derivadas del corto horizonte temporal de los “servidores de almas” personales. Los incentivos del monasterio a cumplir eran más fuertes, debido al carácter recurrente de los servicios que contrataban con nuevos creyentes a punto de fallecer, los cuales venían así a actuar de hecho como vigilantes de que se cumplía lo acordado con los anteriores (traslado de los restos, funerales, celebración anual de misas y banquetes en honor de su alma, conservación de la sepultura, etc.). Además, incluso en sus constituciones fundacionales muchos monasterios se comprometían a rezar por los enterrados en su iglesia y en su cementerio.
Esta actividad constituyó un sector boyante de actividad durante siglos, como atestiguan la competencia y los litigios frecuentes que surgían entre monasterios y parroquias. Estas ultimas acusaban a los monasterios de prestar sólo los servicios más provechosos, a los muertos; mientras tanto, las parroquias habían de prestar los de bajo margen de ganancias a los vivos, sólo para que muchos de ellos optasen finalmente por adquirir una sepultura en un monasterio, o incluso por crear y dotar su propia capilla, en una fórmula que cabría calificar de integración vertical, aunque a veces también recibían donativos a cambio de sepulturas. Lógicamente, la Iglesia se oponía a que los laicos propietarios de iglesias propias se lucrasen con estas oblaciones de los fieles[1].
Se dice que el origen histórico de la parte de “libre disposición” del testador procede, en el derecho testamentario de raíz germánica, de la que se podía reservar el muerto para su propio beneficio futuro, financiando el coste de los servicios que esperaba recibir una vez fallecido.


[1]   Sobre estas prácticas, véase el interesante artículo de Orlandis (1950).



Volver