Uniformes colegiales
Ejercicio
Formule una explicación de por qué muchos colegios privados obligan a sus estudiantes a utilizar uniformes. Justifique por qué tradicionalmente se excluía de esta restricción a los estudiantes de más edad. ¿Por qué los padres españoles se gastan tanto dinero en ropa infantil, en comparación con los de otros países europeos? ¿Acaso el gasto en ropa y juguetes infantiles se debe a nuestra baja tasa de natalidad?
Análisis
Un buen motivo, entre otros muchos, para usar uniformes puede ser el de evitar el dilema del prisionero en el que caerían los estudiantes y sus padres en un régimen libre. Con objeto de señalar las buenas condiciones familiares —se trata de una señal entre padres, en cuyo envío los niños son, en un principio, meros mensajeros, como pone de relieve su relativa despreocupación en los primeros años—, tenderían a gastar más en ropa; llegando a una situación en la que, al hacerlo todos, el contenido informativo del gasto es mínimo. Es lógico que la restricción se levante para los estudiantes de más edad si para ellos tiene un coste mayor, o, en parte relacionado, si les proporciona una mayor utilidad informativa, como parece sensato que ocurra para quinceañeros, a medida que entran en el mercado de futuros socios matrimoniales.
Alternativamente, son creíbles otras explicaciones, más relacionadas con la tecnología física que con la contractual. La sociología ha desarrollado diversas teorías para explicar que todas las instituciones con algún elemento educativo tiendan a adoptar uniformes: ejército, hospitales, prisiones, etc. A veces se entremezclan: así, algunas escuelas japonesas usan uniformes militares y sus párvulos acuden vestidos de soldaditos. Parece que los uniformes les ayudan a educar o inculcar pautas o hábitos. En cierto sentido, es lógico que si educar conlleva obtener un “producto” estándar, se procuren reducir las diferencias en los inputs. Un indicio es este sentido: desde 1995, se han vuelto a poner de moda los uniformes en algunas escuelas de Estados Unidos, pues parece comprobado que de ese modo se reduce la violencia que aqueja a muchas de ellas. Existen también explicaciones más concretas. Por un lado, el uniforme facilita la identificación, reduciendo así el coste de control: es más peligroso hacer novillos vestido de uniforme. En este sentido, el uniforme escolar funcionaría a la manera del típico traje de rayas de los presidiarios o de las famosas “casacas rojas”. Estas eran un buen motivo para no desertar o escurrir el bulto, aún a costa de proporcionar un mejor “blanco” también para el enemigo. Tampoco debemos olvidarnos del papel higiénico del uniforme: la bata de los parvularios abarata la limpieza, de modo similar a las batas de los hospitales, tanto de los pacientes como del personal. También podemos pensar que el uniforme permite distinguir a los alumnos de los de otros colegios.
Es difícil conjeturar siquiera el porqué los padres españoles se gastan tanto dinero en ropa infantil, en comparación con los de otros países europeos. Tal vez en estos países se ha desarrollado una pauta cultural para controlar el incentivo perverso a señalar en exceso por esta vía y tal vez el desarrollo de esta pauta está retrasado en España debido a que hasta hace poco tiempo no teníamos suficiente nivel de renta para incurrir en estos gastos señaladores. Sin embargo, surgen dudas sobre este último punto cuando uno lee en la literatura del Siglo de Oro cómo los arruinados hidalgos dedicaban sus escasos recursos a vestuario de lujo o las críticas de overdressing que suelen dedicarnos los comentaristas anglosajones. Ha de tenerse también en cuenta que para contener esta proclividad en el Antiguo Régimen los tejidos y colores más costosos estaban reservados a ciertas clases sociales (los soldados estaban exentos) (¿Por qué se exceptuaba a los soldados y oficiales del ejercito?). Es dudoso también que el gasto en ropa y juguetes infantiles esté determinado por la baja tasa de natalidad: aunque seguramente influye, parece que también los adultos señalizamos en exceso. Esta tendencia, ¿guardará acaso alguna relación con que seamos también grandes consumidores de loterías?
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