Garantías totales

Ejercicio

Para un determinado electrodoméstico, que se lleva fabricando durante los últimos 50 años, los fabricantes han dado en proporcionar desde hace muchos años una garantía de 12 meses contra averías imputables a fabricación. En la práctica, ello representa que todas las averías durante el primer año de uso corren a cuenta del fabricante. En las últimas décadas no se ha producido cambio sustancial alguno ni en la tecnología física ni en las pautas de distribución y uso del producto, e incluso se mantienen las diferencias de precio entre fabricantes. Un joven economista, adjunto al presidente de una de las empresas más importantes, propone a su jefe la idea de extender la garantía a 6 años (el período medio de vida de los aparatos es de 10 años). Su argumento es que los productos de este fabricante son un poco mejores y que, además, la extensión de la garantía incentivará a la empresa para seguir mejorándolos y señalará esa mayor calidad al cliente.

¿Cómo trataría esta propuesta? ¿Qué información adicional intentaría reunir?

Análisis

Deberíamos tender a rechazarla. En principio, hemos de tener en cuenta que las innovaciones contractuales son posibles, pero es improbable que en este caso la racionalidad individual de nuestro joven amigo pueda mejorar la solución ya obtenida por prueba y error durante tantos años. Por otro lado, si bien su argumento puede ser válido, es claramente incompleto. En especial, olvida el posible efecto que seguramente tendría la extensión de la garantía, en términos de empeorar los incentivos de los usuarios para utilizar cuidadosamente el producto. Para analizar este aspecto del problema, sería útil conocer la distribución temporal de las averías. Si las imputables al fabricante se producen en los primeros meses de uso, la nueva garantía sería menos eficiente. Por otro lado, existen otros muchos mecanismos para dar a conocer la calidad (aparte de que los clientes transmiten su experiencia a otros compradores potenciales, cabe orientar en ese sentido el contenido de la publicidad). Por este motivo, no ha de tratarse la garantía como si extenderla fuese la única posibilidad para establecer una señal efectiva. Máxime cuando, de hecho, probablemente la reputación de la empresa ya está señalando efectivamente su calidad y la nueva garantía generaría incentivos malos de cara al uso del producto. En particular, como primer examen, sería preciso verificar si la empresa está o no beneficiándose de esa mayor calidad: si vende o no a un precio superior al de la competencia. Incluso cabría dar la vuelta al argumento, suprimiendo la garantía. El motivo es que este fabricante con buena reputación puede quizá tener ya incentivos suficientes para vigilar su calidad, de modo que la garantía no añade nada positivo por este lado, mientras que sí origina costes en términos de peores incentivos de uso y conductas aprovechadas por parte algunos clientes. No obstante, no parece una decisión sensata, pues enviaría una señal muy confusa al mercado, que provocaría reacciones muy airadas por los pocos clientes que sufrieran averías tras adquirir una máquina que creían garantizada. Aun así, estas reacciones airadas serían posiblemente mucho más costosas para el fabricante que no la reparación durante seis años.

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