Caso

<!-- /* Font Definitions */ @font-face{font-family:"Cambria Math";panose-1:2 4 5 3 5 4 6 3 2 4;mso-font-charset:1;mso-generic-font-family:roman;mso-font-format:other;mso-font-pitch:variable;mso-font-signature:0 0 0 0 0 0;}/* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal{mso-style-unhide:no;mso-style-qformat:yes;mso-style-parent:"";margin-top:6.0pt;margin-right:0cm;margin-bottom:0cm;margin-left:0cm;margin-bottom:.0001pt;text-align:justify;text-indent:17.85pt;mso-pagination:widow-orphan;font-size:12.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:"Times New Roman","serif";mso-fareast-font-family:"Times New Roman";}.MsoChpDefault{mso-style-type:export-only;mso-default-props:yes;mso-ascii-font-family:Calibri;mso-fareast-font-family:Calibri;mso-hansi-font-family:Calibri;mso-ansi-language:EN-US;mso-fareast-language:JA;}@page Section1{size:612.0pt 792.0pt;margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm;mso-header-margin:36.0pt;mso-footer-margin:36.0pt;mso-paper-source:0;}div.Section1{page:Section1;}--> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable{mso-style-name:"Table Normal";mso-tstyle-rowband-size:0;mso-tstyle-colband-size:0;mso-style-noshow:yes;mso-style-priority:99;mso-style-qformat:yes;mso-style-parent:"";mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt;mso-para-margin:0cm;mso-para-margin-bottom:.0001pt;mso-pagination:widow-orphan;font-size:11.0pt;font-family:"Calibri","sans-serif";mso-ascii-font-family:Calibri;mso-ascii-theme-font:minor-latin;mso-fareast-font-family:"Times New Roman";mso-fareast-theme-font:minor-fareast;mso-hansi-font-family:Calibri;mso-hansi-theme-font:minor-latin;mso-bidi-font-family:"Times New Roman";mso-bidi-theme-font:minor-bidi;}La religión cristiana ha dispuesto un complejo sistema de premios y castigos, basado en destinar a los seres humanos para toda la vida eterna al cielo o al infierno, según lo bien o mal que se porten en este mundo, con el purgatorio como posible situación expiatoria intermedia [1] . Además, incorpora un sancionador externo omnisciente, con lo que soluciona de raíz todos los problemas de verificación. Por otra parte, somete la valoración de la conducta personal a un proceso casi judicial: Piense, por ejemplo, en la idea del juicio final, así como en el sacramento de la penitencia y en las complejidades del Derecho Canónico. Éste ha desarrollado una detallada tipología de deberes y sanciones. Entre los deberes, se cuentan los diez mandamientos; las diversas reglas de comportamiento, como la de “poner la otra mejilla”; líneas de conducta definidas en términos más generales, como virtudes teologales y pecados capitales; graduación de las faltas como pecados veniales y mortales; la consideración de circunstancias atenuantes y agravantes; y, asociadas a todo ello, un complejo sistema de sanciones internas, como es la condenación y la salvación eternas; así como un sistema de sanciones externas, en el caso de la excomunión, y mixtas, como la penitencia.

El sacramento de la penitencia tiene, desde esta perspectiva, propiedades muy complejas [2]: además de incentivar la buena conducta y permitir la recuperación de los pecadores, evitando así su reincidencia, se introduce con él un controlador externo muy peculiar: Por un lado, el sacerdote actúa como uno de los gatekeepers estudiados por Kraakman (1986) pero, gracias al secreto de confesión, se mantiene el sistema sancionador de la confesión dentro del ámbito de sanciones internas: es el propio individuo —y no la comunidad, que no se entera— quien sanciona al pecador confeso de faltas no verificables. (La considerable eficacia con la que se cumple el precepto de secreto da fe de que su importancia dentro del sistema era o aún es fundamental). Además, podría contemplarse la función de la confesión y del sacerdote en cuanto confesor como un medio para reducir la gravedad de los problemas que padecen las salvaguardias morales [3].

En este sentido, el sacerdote, además de vigilar el fariseísmo, posiblemente ayuda al individuo a no caer ni en la autocomplacencia ni en el exceso de culpabilidad a la hora de valorar su propia conducta. Representa así un papel judicial, de desarrollo y aplicación de las leyes morales.

Por otro lado, también reafirma en el buen cristiano la convicción de que va por el buen camino, de modo que puede estar seguro de que logrará la salvación y no cae así en la duda y consiguiente desánimo.

El papel del sacerdote católico es peculiar y excede, por ejemplo, al de los especialistas en la “transmisión y depósito de información de control social” contemplados por Ellickson (1991, p. 233), tales como celestinas y decanos. Estos últimos actúan como depositarios y nudos de comunicación. En cambio, el sacerdote en cuanto confesor sirve de depósito informativo, pero no comunica la información. No obstante, sí puede emplear la información para ayudar en el arbitraje de disputas, sobre todo si ambas partes confiesan con él y le suministran información sobre el caso en litigio. Asimismo, los sacerdotes han realizado? tradicionalmente funciones mediadoras fuera de su actividad como confesores.

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1] El purgatorio, que es una pena específicamentecatólica, parece eficiente, pues, reproduciendo uno de los argumentoscontrarios a la pena de muerte en el derecho penal terrenal, incentiva alpecador a no reincidir en su pecado#. Para la Iglesia católica, el purgatorio es el “lugar donde las almas delos que mueren en gracia, sin haber hecho en esta vida penitencia entera porsus culpas, satisfacen la deuda con las penas que padecen, para ir después agozar de la gloria eterna” (Diccionario de la Real Academia, 21.ª ed., 1992).2] Conviene observar también que en la religión católicase han separado cuidadosamente los fueros “interno y penitencial” (que incluyeel sacramento de la confesión) del “externo y jurídico” (instrumentado mediantela inquisición).  Por este motivo, losinquisidores tenían terminantemente prohibido administrar el sacramento de laconfesión  (Eimeric y Peña, 1996, p.132).

3] Véase Arruñada (1999, secciones 5.1.2 y 5.1.3 del Capítulo 3).

Análisis

Teniendo en cuenta la disparidad (aunque decreciente en el último siglo) con la que el sacramento de la confesión ha evolucionado en las distintas iglesias cristianas y las polémicas a que ha dado lugar, su análisis proporcionaría resultados de sumo interés. Cabría contrastar, por ejemplo, conjeturas de este tipo:

a)Tal vez una de las ventajas de la confesión sea el que, gracias a las funciones precitadas, estandariza la aplicación del código moral. Sin embargo, esta ventaja se convierte en un lastre cuando la sociedad necesita mayor flexibilidad moral, como tal vez ocurre al pasar de economías agrarias a industriales. En este sentido, dos supuestas características de las transacciones agrícolas podrían explicar que cuando pierden importancia también lo hagan las pautas morales rígidas. (a) Por un lado, posiblemente son más estandarizadas y estables que las de tipo comercial. El coste por no tolerar la innovación sería, pues, relativamente bajo. (b) Por otro lado, su cumplimiento es más fácil de verificar por terceros. Ello facilitaría el uso de sanciones sociales. Si creemos que el paso de un sociedad rural a una sociedad urbana, y de una economía agrícola a una economía manufacturera y comercial requiere más flexibilidad, parece lógico que la Reforma protestante tendiera a sustituir el control externo del sacerdote por un mayor autocontrol, introduciendo mayor flexibilidad. Van en la misma línea los cambios recientes en la confesión católica, al introducir la absolución sin exteriorización de los pecados: aunque aparentemente se colectiviza el sacramento, en realidad y puesto que se mantiene el secreto, seguramente se reduce la eficacia controladora del sacramento, con respecto a la confesión individualizada.

b)Es aplicable una explicación similar a un cambio en las reglas de conducta del Antiguo y el Nuevo Testamento. Me refiero al paso de la ley del talión u “ojo por ojo” al “poner la otra mejilla”, siempre que se interprete el “poner la otra mejilla” no como una ausencia permanente de represalias (“Has de perdonar setenta veces siete”), sino como tomar represalias sólo tras haber perdonado las primeros incumplimientos ajenos (“Pon la otra mejilla, pero recuerda que sólo tienes dos”). Esta estrategia de perdonar las primeras ofensas es más eficiente que la de represalia simple frente al primer incumplimiento cuando no se está seguro de cuál ha sido realmente la conducta ajena. Es posible que la ley del talión dejase de ser eficiente como consecuencia de ser más alta la probabilidad de error, quizá como consecuencia de haberse producido un cambio en la naturaleza de la actividad económica, al disminuir la importancia de la agricultura (donde cabe suponer que es más fácil evaluar el cumplimiento ajeno) y aumentar la del comercio (donde es más difícil, por pesar más los factores aleatorios exógenos).

c)Merecería también atención la práctica que se introdujo en círculos católicos de tipo revolucionario a raíz del Concilio Vaticano II, consistente en la confesión en grupo, quizá imitando la técnica de la “autocrítica” propia de los partidos leninistas y algunas otras sectas. El sistema presenta características muy diferentes a la confesión convencional y enlaza con las manifestaciones cristianas más primitivas. Su adopción quizá servía para reforzar o precisar las obligaciones morales respecto a nuevas líneas de actuación, las cuales, por ser diferentes o complementarias de las tradicionales, no formaban parte del adoctrinamiento religioso previo y por tanto requerían refuerzo o bien no estaban definidas con suficiente claridad. La diferencia residía en que bajo el sistema de confesión pública, el individuo tiene mayor incentivo para declarar. Tanto en la confesión individual y secreta como en la pública el individuo no sabe a ciencia cierta si la falta que ha cometido es o no conocida. Sin embargo, es más probable que la conozca alguno de los miembros del grupo que uno solo de ellos, el sacerdote. Por lo tanto, es más probable que la exponga bajo confesión pública. Ello permite tanto castigarle como discutir la situación, ayudando así a definir obligaciones que no estaban bien definidas previamente. Alternativamente, cabría pensar que su origen entronca con el colectivismo y primitivismo propio de las ideas comunistas.



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