Does Economics Hinder Managers’ Ability?
In a paper with Xosé H. Vázquez we explore the consequences of using different behavioral assumptions in training managers on their future performance. We argue that training with an emphasis on the standard assumptions used in economics (rationality and self-interest) leads future managers to rely excessively on rational and explicit safeguarding, crowding out instinctive contractual heuristics and signaling a “bad” type to potential partners. In contrast, the behavioral assumptions used in management theories, because of their diverse, implicit, and even contradictory nature, do not conflict with the innate set of cooperative tools and may provide a good training ground for such tools.
We present tentative confirmatory evidence by examining how the weight given to behavioral assumptions in the core courses of the top 100 business schools influences the average salaries of their MBA graduates. Controlling for the average quality of their students and some other school characteristics, we find that average salaries are significantly higher at those schools whose core MBA courses contain a higher proportion of management courses as opposed to courses based on economics or technical disciplines.
Analytical education based on rationality and self-interest is not necessarily wrong. But blind emphasis on conscious, “rationalistic” safeguarding may be as damaging as full reliance on gut feelings for establishing one’s relationships. The point is that although calculative safeguarding may play an important role in specific transactions, economic agents need to consider its tricky interaction with automatic contractual heuristics. Thus, whereas economics may offer a good education for certain impersonal tasks, it may be harmful for individuals playing a leadership role.
MBA programs with a higher proportion of courses using management theories produce better-paid managers not because of the quality of these theories but because their courses present a less dogmatic and more descriptive approach to the contractual process. This helps future managers identify different relational frameworks, encouraging a contingent—and more successful—approach to economic and social exchanges. Management theories, which not only handle concepts related to rationalistic opportunism but also involve others like trust, intrinsic motivation, ethical values or, more generally, emotions, do not interfere with the adaptive nature of our contractual heuristics. They present a diverse and sometimes even contradictory nature of human behavior.
Our results have implications for contract theory, changing the nature of the contracting problem. If there were a single type of human being prone to moral hazard or opportunism, the recipe would consist of designing incentive alignment mechanisms. However, if there are actually several human types or, if individuals are actually programmed to respond differently depending on the particular situation and partners they face, then the main challenge in contracting is not necessarily to protect parties against opportunism but to discriminate potential partners and contracting situations in order to display a different relational strategy in each transaction.
Comments
By: Lisardo Bolaños
June 7th, 2008 , 05:11
La actitud
Creo que la actitud y el criterio juegan un rol importante.
La teoría es sólo un cúmulo de ideas y documentos. El problema está en que los sistemas educativos tienden a premiar actitudes intransigentes y criterios estrechos. Algo que la misma economía promueve, al creer que puede ofrecer respuestas para todos los ámbitos de la vida y, cuyos exponentes, tienden a demeritar propuestas distintas, con marcos metodológicos diferentes.
La respuesta correcta es X. Bien por ti.
Sin embargo, en la calle, para empezar, las preguntas son potencialmente infinitas. Pero el alumno cree que las únicas preguntas importantes son las aprendidas en la Universidad. Grave error. O peor aun, cree que las respuestas para cualquier pregunta ya las adquiriró en la Universidad.
Por eso, a muchos jóvenes empresarios que conozco y que están empezando a tener éxito les fue bien en la Universidad al poner poca atención en clase; no responder siempre lo que uno espera; o, simplemente responder que la teoría económica le hace poco sentido.
Lección aprendida. De allí, la necesidad de buscar metodologías distintas. Limitar las explicaciones económicas. Sacar a los estudiantes a buscar problemas y soluciones en empresas e industrias.
Supongo, que ahora creo que es mucho más importante que los alumnos desarrollen su sentido del “olfato”.
By: chimo
June 11th, 2007 , 18:02
Confundimos recetas con ideas
La teoría de la empresa no debe ser entendida como una receta para crear una empresa, sino como una idea, un ejercicio mental de cómo podrían ser las cosas. ¿Que son los modelos? Son simplificaciones de la realidad que nos ayudan a comprenderla. Y los modelos son buenos en tanto los contextualicemos en el momento histórico que fueron formulados y entendamos que son simplificaciones en base a ciertas observaciones. Estas dos condiciones a menudo son olvidadas por los educadores. Quizás por el formato vertical unidireccional típico de la enseñanza universitaria, vemos como este modelo nos lo suelen vender como un dogma. A veces incluso se nos enseña con condescendencia y muchas veces nosotros los estudiantes los aplicamos alrededor nuestra con la misma condescendencia. Es aquí donde está el fallo. Nos dan una caja de herramientas llena de martillos … y cada problema nos parece un clavo. ¿Cómo se puede solventar esto? Los educadores deberían ser conscientes de que lo mejor que pueden hacernos es abrirnos la mente para que nosotros los alumnos nos enfrentemos a un mundo cambiante y dinámico. Cada uno de estos modelos es un ejercicio de reflexión que nos resultará útil en la medida en que nos haga más capaces de sacar nuestras propias conclusiones. Ojalá los últimos 15 minutos de cada clase se dedicasen a un ataque creativo, riguroso y despiadado a cada modelo recién enseñado.
By: Benito Arruñada
June 1st, 2007 , 01:15
¿Perjudica la economía la habilidad directiva?
Mis queridos colegas de Castilla y León me han invitado a hablar sobre el papel de la Teoría de la Empresa en un taller de trabajo al que asisten profesores de las universidades de esa región. Mis ideas al respecto han ido evolucionando desde un ingenuo racionalismo economicista (Arruñada, 1990) hasta un cierto relativismo de origen biológico (2007), pasando por etapas intermedias en que reconocía un papel, aunque secundario, a las anomalías cognitivas (por ejemplo, 1998).
En la actualidad, me inclino a pensar que la Economía es útil para desempeñar puestos de analista empresarial, pero sirve menos y puede incluso ser contraproducente para el directivo, porque interfiere en habilidades sociales innatas, que son imprescindibles no sólo para liderar grupos humanos sino también para relacionarse socialmente. E interfiere más cuando se la usa como instrumento teórico dominante: por eso afecta poco a los licenciados y algo más a los masters, pero limita mucho el campo de actividad directiva de los economistas académicos.
Este es el motivo de que tanto buen economista falle cuando pasa a ocupar puestos políticos o empresariales. En esos puestos el economista recién llegado pretende contratar explícitamente lo incontratable, causa con ello más problemas de los que resuelve, y acaba suscitando la suspicacia en sus contrapartes. En política, rompe tabúes morales cuando propone al ciudadano que considere los costes y beneficios de tradeoffs inmorales (el comercio de órganos, la guerra preventiva), cuya sola mención le clasifica como inmoral a los ojos del ciudadano corriente. En la empresa, su confianza en diseñar mecanismos de incentivos le lleva a destrozar normas sociales que comportan controles automáticos más eficaces. En general, su exceso de confianza en la racionalidad intelectual y calculadora como única fuente de racionalidad le lleva a cometer todo tipo de errores. Su incomprensión de que el homo economicus es sólo una mínima parte del homo sapiens, limita de forma drástica su capacidad directiva.
Lógico por ello que la economía ayude menos a ganar dinero que otras disciplinas menos racionalistas. En un artículo con Xosé H. Vázquez hemos contrastado que los salarios medios de los 100 mejores MBAs del mundo son significativamente inferiores cuanto mayor es el porcentaje de economía y otras disciplinas ingenuamente racionalistas en su núcleo de cursos obligatorios (pierden en promedio unos 1.000$ por cada punto porcentual que aumenta la Economía en los cursos obligatorios), y ello tras controlar por otros factores obvios, como la calidad de los estudiantes y el coste del MBA.
Sin embargo, incluso si se confirmaran estas hipótesis, no deberíamos prescindir de la Economía. Pero sí deberíamos aprender a utilizarla en los contextos (analíticos más que directivos) y con las cautelas (prudencia y humildad) adecuados. Para ello, es imprescindible revisar nuestro modelo de ser humano a la luz de los descubrimientos obtenidos en las últimas décadas en diversas ciencias cognitivas. El homo economicus es una herramienta potente en el ámbito del análisis económico. Fuera de él, tiene también alguna utilidad, pero sólo cuando se entiende que es una especie de frankenstein; de lo contrario, sólo cosecha derrotas pírricas para sus usuarios.
En resumen, entender el papel de la Teoría de la Empresa requiere, como primer paso, adoptar una perspectiva cognitiva más amplia de lo que ha venido siendo habitual.
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Referencias_
By: Benito Arruñada
June 1st, 2007 , 01:15
¿Perjudica la economía la habilidad directiva?
Mis queridos colegas de Castilla y León me han invitado a hablar sobre el papel de la Teoría de la Empresa en un taller de trabajo al que asisten profesores de las universidades de esa región. Mis ideas al respecto han ido evolucionando desde un ingenuo racionalismo economicista (Arruñada, 1990) hasta un cierto relativismo de origen biológico (2007), pasando por etapas intermedias en que reconocía un papel, aunque secundario, a las anomalías cognitivas (por ejemplo, 1998).
En la actualidad, me inclino a pensar que la Economía es útil para desempeñar puestos de analista empresarial, pero sirve menos y puede incluso ser contraproducente para el directivo, porque interfiere en habilidades sociales innatas, que son imprescindibles no sólo para liderar grupos humanos sino también para relacionarse socialmente. E interfiere más cuando se la usa como instrumento teórico dominante: por eso afecta poco a los licenciados y algo más a los masters, pero limita mucho el campo de actividad directiva de los economistas académicos.
Este es el motivo de que tanto buen economista falle cuando pasa a ocupar puestos políticos o empresariales. En esos puestos el economista recién llegado pretende contratar explícitamente lo incontratable, causa con ello más problemas de los que resuelve, y acaba suscitando la suspicacia en sus contrapartes. En política, rompe tabúes morales cuando propone al ciudadano que considere los costes y beneficios de tradeoffs inmorales (el comercio de órganos, la guerra preventiva), cuya sola mención le clasifica como inmoral a los ojos del ciudadano corriente. En la empresa, su confianza en diseñar mecanismos de incentivos le lleva a destrozar normas sociales que comportan controles automáticos más eficaces. En general, su exceso de confianza en la racionalidad intelectual y calculadora como única fuente de racionalidad le lleva a cometer todo tipo de errores. Su incomprensión de que el homo economicus es sólo una mínima parte del homo sapiens, limita de forma drástica su capacidad directiva.
Lógico por ello que la economía ayude menos a ganar dinero que otras disciplinas menos racionalistas. En un artículo con Xosé H. Vázquez hemos contrastado que los salarios medios de los 100 mejores MBAs del mundo son significativamente inferiores cuanto mayor es el porcentaje de economía y otras disciplinas ingenuamente racionalistas en su núcleo de cursos obligatorios (pierden en promedio unos 1.000$ por cada punto porcentual que aumenta la Economía en los cursos obligatorios), y ello tras controlar por otros factores obvios, como la calidad de los estudiantes y el coste del MBA.
Sin embargo, incluso si se confirmaran estas hipótesis, no deberíamos prescindir de la Economía. Pero sí deberíamos aprender a utilizarla en los contextos (analíticos más que directivos) y con las cautelas (prudencia y humildad) adecuados. Para ello, es imprescindible revisar nuestro modelo de ser humano a la luz de los descubrimientos obtenidos en las últimas décadas en diversas ciencias cognitivas. El homo economicus es una herramienta potente en el ámbito del análisis económico. Fuera de él, tiene también alguna utilidad, pero sólo cuando se entiende que es una especie de frankenstein; de lo contrario, sólo cosecha derrotas pírricas para sus usuarios.
En resumen, entender el papel de la Teoría de la Empresa requiere, como primer paso, adoptar una perspectiva cognitiva más amplia de lo que ha venido siendo habitual.
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Referencias_