Arruñada, B., Economía de la Empresa: Un enfoque contractual, Editorial Ariel,
Barcelona, 1990.
El objeto de este libro es analizar la racionalidad económica de las pautas más generales de contratación, organización y control utilizadas por la empresa en las economías de mercado contemporáneas. Utilizando como soporte teórico la consideración de la empresa como conjunto de relaciones contractuales, su hilo conductor es el estudio de cada una de estas relaciones.
La primera parte justifica la existencia de la empresa y de sus pautas organizativas sobre la base de tres ideas complementarias, abordadas respectivamente en los tres primeros capítulos. Primera, el funcionamiento de los mercados es oneroso debido a la existencia de diversos tipos de costes de transacción. Segunda, el papel fundamental del empresario es controlar la productividad individual en situaciones de producción en equipo, tarea para la que está motivado doblemente, por el carácter residual de su retribución y por ser propietario de los activos fijos. Tercera, generalizando el análisis de los costes contractuales, la empresa aparece como nexo de un conjunto de contratos bilaterales entre partes con intereses propios.
La idea motriz de estos capítulos iniciales es estudiar por qué razones las empresas —en esta primera parte se considera sólo el empresario individual— presentan determinadas características, producto de una selección “natural” entre distintas formas de organización y de la regulación política de la vida económica. La existencia de la empresa, así como su estructura, se basa en que permite a las partes contratantes colaborar en un proceso productivo que obtiene mayor productividad y/o incurre en costes contractuales más bajos que otras soluciones consistentes, bien en la producción independiente con contratación total en el mercado, bien en formas alternativas de organización empresarial.
La segunda parte profundiza el análisis de las pautas de organización empresarial dotadas de valor de supervivencia. Dentro de lo que cabría denominar control externo de la eficiencia, se dedican sendos capítulos a la sociedad anónima con especialización de propiedad y control, por ser la fórmula que ha alcanzado la máxima eficiencia contractual y, por ende, económica, y al estudio de su situación y evolución más reciente.
El capítulo cuarto presenta las
ventajas de que está dotada la forma de organización societaria, prestando
especial atención a los mecanismos que le permiten alcanzar un desarrollo
máximo en términos de especialización de la propiedad y el control. El capítulo
quinto aplica esta teoría para analizar, por un lado, las limitaciones que
encuentra la empresa española para especializar propiedad y control; y, por
otro, dos variantes contemporáneas de la fórmula societaria convencional. Estas
variantes constituyen sendas rupturas de la especialización de funciones entre
accionistas y directivos: se trata de la compra de grandes sociedades por sus
propios ejecutivos (leveraged buyout,
LBO), y por sus trabajadores (mediante un plan de participación accionaria, Employee Stock Ownership Plan o ESOP).
El capítulo sexto, dedicado a otras modalidades de organización empresarial, completa el análisis de la empresa capitalista. Lo hace del mismo modo que el estudio de especies animales poco extendidas pone de relieve y ayuda a entender el éxito de las especies predominantes. El análisis de las fórmulas cooperativas y autogestionarias de organización ilumina por contraste aquellos elementos estructurales de la empresa capitalista que, permitiéndole producir a menor coste, le proporcionan mayor capacidad de supervivencia.
El examen de relaciones contractuales básicas abordado en esta segunda parte incluye en el capítulo séptimo el análisis de las relaciones entre acreedor y deudor; mientras que el octavo se ocupa del arrendamiento de activos y la contratación de franquicias. El estudio de ambas fórmulas contractuales se justifica por dos motivos: el interés teórico que se desprende de su complejidad contractual y su presencia creciente en las economías modernas.
La tercera parte se ocupa del control interno, que fundamentalmente consiste en actividades dirigidas a hacer posible la relación laboral. La estructura de esta parte se basa en el análisis de los tres elementos fundamentales de la estructura organizativa: distribución de derechos de decisión entre los agentes o empleados, evaluación del rendimiento y compensación.
El capítulo noveno, además de presentar los tres elementos estructurales anteriores, discute explícitamente diversas hipótesis de comportamiento humano. El fin que se persigue con ello es el de reorientar discusiones que resultan estériles cuando se manejan implícitamente supuestos contradictorios acerca de la conducta.
Se dedican dos capítulos a analizar la asignación interna de derechos de decisión. El capítulo décimo estudia el funcionamiento general de los sistemas de divisionalización basados en centros de costes, de ingresos, de beneficios y de inversión, poniendo énfasis en el problema de los precios de transferencia. En el capítulo undécimo se examina el funcionamiento de los centros burocráticos y los problemas más comunes que plantea el uso de presupuestos. Se centra, en este caso, la atención en las posibilidades de diseñar sistemas de control automático mediante el cobro de servicios internos y en el conflicto que surge cuando el control presupuestario se utiliza a la vez para medir el rendimiento y para planificar.
En el capítulo duodécimo se presta atención especial a las aberraciones que genera la evaluación y estímulo artificial del rendimiento, mientras que el capítulo decimotercero se ocupa de los elementos esenciales de los sistemas de compensación: nivel, composición y función de las retribuciones.
Las tres primeras partes del libro analizan las estructuras y relaciones más características de la organización empresarial, ya sea bajo el supuesto de actuación libre de las partes en el mercado, o haciendo referencia a la intervención del Estado como un factor totalmente exógeno.
Semejante análisis estaría incompleto si no se considerase de modo explícito el impacto mutuo entre la regulación estatal y la empresa. Consiguientemente, la cuarta parte aborda la relación entre la empresa y su entorno, en dos sentidos: la regulación del entorno empresarial por el Estado y la influencia de la empresa en esa regulación.
En primer lugar, se trata la justificación convencional de la intervención política en la economía. La descripción de los fallos del mercado se complementa con el análisis de sus causas: la indefinición del derecho de propiedad y demás fenómenos que elevan prohibitivamente los costes contractuales. En el capítulo decimoquinto, a las deficiencias del mercado se contraponen los “fallos del Estado” o, más concretamente, las deficiencias de la asignación de recursos por la vía política; y se analiza el potencial aprovechamiento de la regulación por la empresa. En el capítulo decimosexto se comentan dos aspectos controvertidos y trascendentales de la intervención estatal: las perspectivas que abre el desarrollo de la Comunidad Económica Europea y el papel de la empresa pública.
El capítulo decimoséptimo y último estudia la responsabilidad social y la reforma de la empresa, y, con un tratamiento inevitablemente casuístico, diversos problemas éticos en el terreno de los negocios. Se analiza cómo no tiene cabida el concepto de responsabilidad social dentro de las teorías contractuales, por basarse éstas en una idea no antropomórfica de la empresa. Se defiende también la necesidad de completar la formulación normativa de propuestas éticas con un análisis positivo de sus consecuencias.
La armazón teórica del libro —basada en el estudio de las relaciones contractuales que confluyen en la empresa— permanece implícita en los párrafos precedentes, debido a que se han concedido a tales relaciones pesos muy diferentes, en función de su importancia. Para subsanar ese oscurecimiento, conviene revisar ahora el contenido del libro, haciendo más explícita esta estructura contractual.
El nacimiento y evolución de la empresa se entiende aquí como un proceso de especialización de funciones, que acarrea la aparición de relaciones contractuales. La esencia y razón de ser de la empresa es, precisamente, limitar los conflictos de intereses inherentes a las mismas, haciendo posible la especialización de funciones productivas.
La relación laboral define las propiedades más características de la empresa. Por este motivo, se le otorga un peso central y se la analiza en varios capítulos. Así, en el primero se tratan los problemas de contratación relacionados con la existencia de activos de capital humano y físico que son específicos a la relación de empleo. El segundo capítulo se dedica íntegramente a analizar los problemas internos al factor trabajo en situaciones de producción en equipo —asunto sobre el que se vuelve en el capítulo sexto, dentro del contexto de las formas alternativas de empresa—. En el tercer capítulo, se presenta la relación laboral dentro del marco general de las relaciones de agencia, fijando la atención en las pautas que protegen la relación contractual: actividades de garantía por el empleado y de control por el empleador. La importancia de este segundo aspecto —el del control— hace necesario dedicarle en exclusiva los cinco capítulos que componen la tercera parte.
Las relaciones comerciales entre proveedor y cliente son analizadas en los capítulos primero y tercero. En el primero, se presentan las dificultades para contratar servicios que requieran inversiones específicas, lo que provee una base teórica a las decisiones de integración vertical. En el tercero, se estudia la estructura de la relación comercial, dentro del marco general de las relaciones contractuales de agencia, poniendo énfasis en las garantías de la contratación.
La relación de la empresa y el Estado, socio o partícipe tan fundamental como singular, se estudia en la cuarta parte. Se presta atención en ella al marco general de la intervención estatal, y a la influencia mutua entre regulación y empresa.
En cambio, la influencia regulatoria sobre la contratación libre de las partes que contratan en la empresa se trata al examinar cada una de estas relaciones. Otros capítulos que recogen esta interacción —de naturaleza supracontractual— entre Estado y empresa son los siguientes: el primero, al analizar el papel de la regulación laboral y la actuación sindical; el segundo y el sexto, al estudiar la protección de las modalidades cooperativas de empresa; el cuarto y quinto, al comentar las restricciones a que está sujeta la organización empresarial como sociedad anónima, poniendo mayor énfasis en el caso español; el octavo, al analizar la influencia fiscal sobre el leasing y las restricciones contractuales de las franquicias; y el decimotercero, al discutir la interferencia del Estado en la contratación laboral, sobre todo los condicionamientos de la composición retributiva.
Las demás relaciones contractuales se analizan, fundamentalmente, en la segunda parte. Los capítulos dedicados a la sociedad anónima estudian la relación existente entre los accionistas de las sociedades anónimas con separación de propiedad y control y sus principales ejecutivos, mientras que la relación entre acreedor y deudor es objeto de la atención del capítulo séptimo; y el capítulo octavo se ocupa de las franquicias y el leasing.
Una vez trazadas las líneas que delimitan el contenido del libro, es preciso anticipar sus características y prevenir al lector acerca de sus carencias. Si toda obra es provisional, en este caso las advertencias previas cobran mayor necesidad, pues el trabajo adolece intencionadamente de importantes simplificaciones y omisiones.
No se ha intentado proporcionar una exposición enciclopédica de teorías contrapuestas, sino una visión coherente del fenómeno empresarial. El planteamiento es sesgado por razones de pura eficacia didáctica, que recomiendan abandonar el eclecticismo. Una teoría debe ser una especie de bisturí: Es preferible que el estudiante aprenda a manejar con soltura una sola herramienta intelectual, a que haya de asimilar la apariencia de un conglomerado informe de instrumentos, cuyo buen uso requiere conceptos y supuestos contradictorios —y que, por ello, el estudiante haría bien en olvidar pronto, ocupando su mente con aparatos más manejables y, por tanto, útiles, aunque incluso sean precientíficos—.
La discusión anterior adquiere otra dimensión en lo referente a la inevitable carga ideológica del trabajo. En los asuntos con mayor contenido ideológico —quizá sería mejor decir político— no se ha de temer la expresión doctrinal, siempre que se den en la Universidad condiciones efectivas de libertad de expresión. Si este mercado universitario de ideas es competitivo, al estudiante se le ofrecen mercancías intelectuales de diversa naturaleza, entre las cuales adquiere los ladrillos con que construir su propia ideología. Ello no justifica planteamientos eclécticos ni enciclopédicos, que permiten escurrir el bulto mediante el sencillo expediente de presentar la pelea sin tomar partido, o de limitarse a describir la realidad sin analizarla.