Somos adultos para exigir libertades, pero niños para asumir responsabilidades
Entrevista realizada por Berta Glez. de la Vega, publicada en El Mundo de Andalucía el 6 de julio de 2014, p. 30.
Pregunta.- ¿Por qué cree que no se realizan reformas más profundas?
Respuesta.-No hay demanda para que se hagan. Sólo nos reformamos cuando no nos queda más remedio: tarde, mal y nunca. Pero sigo viendo reformas necesarias: liberalizar las leyes laborales, que siguen siendo de las más restrictivas de Europa. Una reforma fiscal radical, que suba los impuestos sobre el consumo y baje los que gravan el empleo. Y hay que seguir reduciendo el gasto público: es necesario volver a lo básico, centrarse en lo que sólo el Estado puede hacer bien, eliminar redundancias de la Administración, cerrar universidades, empresas públicas, obras públicas que no cubren mantenimiento—más de un AVE—, romper monopolios; introducir el pago por servicio, el copago. etc. Y eliminar incentivos perversos, lo que implica una reestructuración de políticas como el desempleo o el antes llamado PER.
P-.Hay miedo de los políticos a hablarles a los monstruos que ellos mismos han alimentado, o sea, a unos ciudadanos que se creen que el dinero público no se agota?
R.-Es que decimos ser adultos al reclamar libertades pero queremos que nos traten como niños a la hora de apechugar con las responsabilidades. Es cierto que muchos españoles creen que el dinero público llueve del cielo o los impuestos sólo los pagan los demás. No se enteran de que en su mayor parte son ellos mismos quienes los pagan: creen que no pagan por el médico del seguro cuando llevan pagándolo toda la vida. Este engaño les lleva a demandar más gasto y por eso somos los europeos más contrarios a los recortes.
P.-Da la sensación de. que estamos paralizados por el miedo a que se incendie la calle. Hablo de la reforma laboral, por ejemplo.
R.-Nuestra democracia funciona bien en el sentido de que las instituciones transmiten fielmente las preferencias ciudadanas: Las encuestas nos dicen que no queremos liberalizar el mercado de trabajo, ni reducir el gasto público, pero sí impuestos progresivos, y que desconfiamos del mercado y esperamos que el Estado nos resuelva todos los problemas. Y no veo riesgo de incendio. Todavía no. Sucede simplemente que la mayoría de ciudadanos no desea las reformas. El problema es la inconsistencia: sin esas reformas no podemos alcanzar el nivel de vida al que aspiramos, ni siquiera al que estábamos acostumbrados vía endeudamiento, tanto privado como público. O sea, que o nos atrevemos a cambiar o estamos condenados a ser menos ricos de lo que creemos ser.
P.-Creo que es partidario de no dar ayudas por segmentos. Ni a la contratación de jóvenes ni a las ayudas de las pequeñas empresas, ese tipo de actuaciones públicas.
R.-Debemos recuperar la igualdad. Por justicia y porque el trato desigual anima a que todo tipo de grupos derroche recursos para capturar rentas. Además, estas “soluciones” a medida sólo sirven para crear burocracias inútiles. Pero, dadas nuestras preferencias ciudadanas, dado que todo lo confiamos al Estado, es coherente que, ante cualquier problema, pedimos más regulación, y los políticos nos dan lo que pedimos. En cuanto a los jóvenes, no es cierto que sufran de forma desproporcionada el desempleo. En todos los países lo sufren en mayor medida que los adultos, y si aquí lo sufren más, es sólo porque aquí hay más paro, pero lo mismo sucede con otros grupos de edad y los hay que lo tienen más difícil. El mito de que nuestros jóvenes son víctimas en mayor medida de la crisis completa el mantra exculpatorio que rezamos desde hace décadas. Les hemos educado en la indolencia y les hacemos creer que están bien preparados.
P.-Seis años de crisis y es raro escuchar a ciudadanos hacer autocritica. Usted llega a hablar de masas extractivas. ¿Podría ser lo de los ERE un ejemplo?
R.-En el caso ERE sucede algo extraño: su repercusión reputacional es más bien pequeña en relación con la cuantía ingente del fraude. Da que pensar. Quizá muchos ciudadanos toleran la corrupción siempre que se beneficien de ella.
P.-Nos hace falta en general un escenario donde se sepa que el que se esfuerza obtiene su justa recompensa?
R.-La idea de masa extractiva no se limita a la picaresca y la corrupción. Es mucho más general. Pensemos por ejemplo en la obra pública. Ha habido corrupción y éste ha sido uno de los motivos para que se hayan hecho obras inútiles, pero no el principal. motivo. Si hemos cubierto el país de AVEs inviables es porque los ciudadanos los demandábamos. Y votamos libremente; pero no queremos apechugar ni siquiera con la responsabilidad de haber votado como votamos. Y sí, sin ninguna duda debemos conectar mejor esfuerzo y recompensa. Pero la mayoría rechaza toda reforma que vaya en esa línea. Quizá también falta confianza en cómo se miden los esfuerzos y los resultados.
P.-No se me enfade, pero transmite cierta resignación o conformismo.
R.-No, sólo me niego a vender crecepelos milagrosos. Lo mejor que podemos hacer con la crisis es aguantarla sin meter la pata para no hundirnos, como estuvimos a punto de hacer. No entendemos casi nada de cómo funciona la sociedad. Por eso, a lo mejor sin hacer nada evitamos un mal mayor. Cuando te das cuenta de eso, empiezas ser prudente en las recetas que planteas. Zapatero lo hizo mal pero hizo lo que quería la gente. Y eso no lo resuelves con cambiar las reglas, porque se pueden utilizar las nuevas para poner a quienes prometen el maná al cuadrado. Lo revolucionario y radical sería montar mecanismos de información automáticos para que nuestras preferencias sean más consistentes. Es preciso que duela pagar impuestos, pero también saber, por ejemplo, qué porcentaje de alumnos se emplea y cuanto ganan los licenciados de cada universidad, cuál es la nota media en selectividad de un instituto, la mortalidad de cada servicio médico, etc. Estas política informativa sería intervencionista, pero mucho menos de lo que plantean algunos regeneracionistas. Ellos quieren hacer la democracia más competitiva pero, si las preferencias ciudadanas siguen estando mal informadas, temo que esa mayor competencia sólo hará que la democracia funcione de forma todavía más emotiva y primaria, apelando más a los sentimientos, y eso podría llevar a partidos tipo Podemos y situaciones como las de Venezuela o Argentina.