No sabemos qué hacer pero sí cómo decidirlo
Publicado en Diario SUR et al., el 28 de marzo de 2020.
La miopía de unos votantes “bien” representados ha hecho que ni España, ni Europa, ni Occidente supieran tomar las decisiones preventivas a tiempo. La prioridad es acertar ahora en las decisiones igual de trascendentales que hemos de tomar enseguida: ¿cuándo volver a la normalidad y cómo ajustar la economía? Para España, ambas decisiones se entrelazan: cuanto más prolonguemos el encierro, más recortes y reformas habremos de acometer.
La de cuándo aliviar el encierro es una decisión endiablada, pero inevitable. El cierre de la economía también mata: la pobreza y el desempleo dañan la salud e incluso generan suicidios. El que estos muertos sean invisibles no nos autoriza a ignorarlos. Aun con el grifo del gasto público abierto, la continuación del encierro más allá de un cierto punto de no retorno produciría tal desastre económico que las costuras del Euro saltarían hechas pedazos. Y con él quizá una gran parte de nuestra convivencia.
Por ello, habremos de aliviar el encierro en cuanto hagamos sostenible la atención sanitaria, y dispongamos de tests masivos y de sistemas de seguimiento para impedir rebrotes. Pronto estaremos preparados para comportarnos como coreanos o japoneses. Recordemos, sin embargo, cómo la debilidad del Gobierno le llevó a responder tarde a la epidemia. Es de temer que esa misma debilidad le lleve a posponer indebidamente el cierre.
Los ajustes de la economía también plantean un conflicto irresoluble a un Gobierno que, elegido para ir de fiesta, se ha encontrado en medio de una guerra. Antes de la crisis, nuestra deuda pública era igual a lo que entonces producíamos en un año. Las medidas paliativas la podrían llevar al 120%.
Pero la UE no va a permitir que sigamos abusando de su aval crediticio para endeudarnos. Exigirá recortes, para que gastemos menos, y reformas, para que produzcamos más. Resultarán menos dolorosas cuanto antes las adoptemos. Sin embargo, el actual Gobierno no puede evitar los errores de Zapatero. Lo demuestra el que, en pleno derrumbe de los ingresos del sector privado, se limita a regarlo con subvenciones; pero es incapaz de tocar los sueldos públicos, incluso de organismos que hoy permanecen inactivos, como nuestros 18 Parlamentos.
Para tomar bien y a tiempo ambos conjuntos de decisiones, es preciso un Gobierno capaz de pensar y actuar para el largo plazo. Es condición necesaria conformar un Gobierno de concentración nacional. Sin él, también tomaremos todas estas decisiones; pero tarde y mal, por lo que serán mucho más dolorosas.