La globalización aumenta el bienestar general

Twecos (Crédito y Caución Atradius), 5 de noviembre de 2021

-¿Cuáles serán los principales problemas que acecharán a los directivos empresariales en la etapa post-pandemia?

Los “principales” serán los de siempre, desde encontrar trabajadores cualificados a navegar una regulación crecientemente bizantina e insensata. Los “nuevos” problemas varían mucho de sector a sector. Los más obvios, adaptarse a fenómenos como el teletrabajo y la teleasistencia, combinando eficientemente actividad telemática y presencial. Entre los menos obvios y más sustanciales, distinguir qué cambios de hábitos y actitudes han venido para quedarse de cuáles son pasajeros; empezando por la duda de cuál va a ser la evolución del turismo internacional y de los viajes de negocios. Uno esperaría menos viajes y de más calidad, lo que nos encontraría mal preparados en España. Pero el Gobierno sigue planeando inversiones apropiadas para el turismo low-cost.

-¿Qué cambios deben introducirse en las organizaciones para adecuarlas a las nuevas realidades sociales y económicas?

Es esa una pregunta muy frecuente, pero creo que mal planteada, incompleta. La pregunta relevante es quiénes y cómo deben decidir los cambios: las empresas en competencia y dentro del marco legal. Este marco deben establecerlo los parlamentos y los jueces que aseguran la aplicación de las leyes. Lo que se está produciendo es una presión enorme por parte de las élites intelectuales y directivas de los países ricos para forzar a las grandes empresas y organizaciones a que tomen decisiones que van mucho más allá de los mandatos legales, como sucede, por ejemplo, con los llamados objetivos de desarrollo sostenible. Este proceso de condicionamiento no está sujeto a los checks and balances que, mal que bien, aseguran que las leyes respondan al interés público. Lo que pretende esa élite es que las empresas cumplan un código moralista cuyo contenido le beneficia y que no lograrían convertir en normal legal porque perjudica a la mayoría. Discutimos este asunto el pasado septiembre en un congreso en honor del profesor Vicente Salas.

-¿Qué aportación pueden hacer nuevas tecnologías como el blockchain a los procesos empresariales?

Escasa. Como he argumentado en algún trabajo, se han exagerado las virtudes de blockchain. Su campo de aplicación es hoy por hoy limitado. En el futuro, competirá con soluciones centralizadas, pero está por ver en qué sectores disfruta realmente de ventajas comparativas. En última instancia, requiere un grado de responsabilidad individual muy alto (por ejemplo, para conservar las claves criptográficas); y lo que vemos por doquier es un deseo de minimizar responsabilidades: por ejemplo, la mayoría confía todas sus contraseñas a los buscadores. En general, el individuo confía ciegamente en todo tipo de intermediarios, algo que choca frontalmente con la filosofía blockchain.

-¿Qué cambios, a corto y medio plazo, prevé que se produzcan en las relaciones comerciales del planeta?

Confío en que avancemos en la globalización, que es lo que permite aumentar el bienestar general o al menos el de la inmensa mayoría. Está por ver como reaccionamos a eso los países ricos, puesto que los principales beneficiarios parecen ser la gente de los países más pobres.

-¿Qué papel jugará la especialización en el mercado laboral de los próximos años?

Creciente. El desarrollo económico pasa, desde siempre, por un grado creciente de especialización. Eso se malinterpreta muy a menudo. Por ejemplo, muchas universidades ofrecen grados muy especializados que no necesariamente coinciden con las especializaciones demandadas. Además, contradice la propia especialización de la universidad, que, paradójicamente, reside, al menos para licenciados, en proporcionar una formación generalista —en enseñar a pensar, en definitiva—, una formación que capacite para adquirir más adelante, sobre todo, en el puesto de trabajo, una especialización profesional valiosa.

-¿Con qué fortalezas y debilidades llegará la economía española a 2022?

Tenemos un potencial enorme, como quedó demostrado con las tímidas reformas de 2012 que dieron lugar a una tasa notable de crecimiento y de generación de empleo. La debilidad reside en que gran parte de la población no quiere acometer esas reformas. Aún peor: prefiere seguir endeudándose como país para financiar un nivel de vida y un estado de bienestar que, con nuestra actual productividad, no podemos permitirnos.

-¿Qué reformas estructurales considera necesarias en nuestro país para aumentar la productividad?

Por un lado, sería imprescindible, liberalizar la contratación laboral. Hemos de asumir de una vez que dos no contratan si uno de ellos no quiere, como bien sabemos respecto a esa isla libertaria de nuestro mercado de trabajo que es el servicio doméstico. Por otro lado, es también fundamental reestructurar la fiscalidad de modo que no desincentivemos el trabajo y el ahorro. Hoy, su estructura es perversa: tenemos tipos medios relativamente bajos, pero tipos marginales muy altos; y son estos últimos —los que gravan el euro adicional— los que desaniman el esfuerzo. Da la impresión de que nuestra fiscalidad procura por todos los medios castigar al que se esfuerza, al que se mueve y al que invierte, mientras que premia al que se apoltrona.

-¿Qué papel cree que juega el seguro de crédito en este momento de incertidumbre y perturbación del riesgo de crédito?

Reasigna los riesgos hacia los especialistas que están en mejores condiciones tanto para asumirlos, algo muy importante para la pequeña empresa, como para reducirlos, mediante el acopio y producción de información. Creo que se valora poco la función esencial que representa en una economía como la española, como mucha empresa pequeña, en la que los derechos de propiedad son crecientemente débiles y el sistema jurídico funciona cada vez peor. En ese contexto, es más importante el “capital relacional”, y figuras como el seguro de crédito proporcionan un sucedáneo que viene, en el fondo, a extender su campo de utilización, al crear un hibrido casi impersonal: en el fondo, transforma relaciones económicas personales en impersonales, lo que amplía enormemente las posibilidades de comercio y especialización.